Un poco de historia

Valderredible, del cual Ruanales es uno de sus 52 pueblos, es un extenso municipio y uno de los más bellos y sugerentes de Cantabria. Situado en esa zona transitoria a la meseta, al pie mismo del farallón de La Lora, Valderredible es un pedazo de historia viva y de emoción de geografía humana. Su luz, sus montes, su soledad, y las aguas del Ebro que se van, llenan a esta comarca de un especial y único atractivo. Es una historia casi olvidada que nos recibe con la nostalgia y la humildad de un noble mendigo. 

Mirando hacia atrás, a lo más lejos del tiempo, Valderredible aparece con latidos humanos en la misma Prehistoria. Gentes de la Edad del Bronce, pastores megalíticos seguramente, recorrieron estas hermosas tierras a las que el Ebro naciente ha dado nombre: "Val de ripa iberi" = Valderredible. En el pueblo de Salcedo apareció en su día un hacha de talón, y en Ruanales, hace pocos años, pinturas esquemáticas en un abrigo de roca, así como un grabado faliforme de grandes proporciones. Y en San Martín de Elines, en la Lora, un menhir llamado "lancha hincada". Naturalmente que los cántabros ocuparían Valderredible, puesto que Plinio nos dice que vivían cerca de las fuentes del Ebro. 

Pero Valderredible, también romanizado (excavaciones de la villa romana del siglo II-IV d.JC en Santa María de Hito), adquiere vida intensa en los primeros siglos de la Repoblación (siglos VIII-X) conservando numerosas iglesias rupestres que pueden fecharse a finales del VIII o en todo el siglo IX y que, por su trabajo, y sepulcros junto a ellos, también rupestres, sólo pueden considerarse fabricadas por comunidades posiblemente de origen monasterial pero que serían verdaderas aldeas de colonos civiles con sus familias. No hay indicio alguno, por ahora, para creerlas obra de monjes visigodos, como se pretende. Son dignas de verse las de Santa María de Valverde, Campoo de Ebro, Cadalso, Arroyuelos y San Miguel de Bricia, ésta última ya en la provincia de Burgos. Y en Castrillo de Valdelomar llama la atención su necrópolis de tumbas excavadas en la roca. 

Cuando llegado el siglo X, las razias árabes ya van siendo casi imposibles, las iglesias dejan de abrirse en la banda de roca arenisca y se construyen en ese estilo que viene llamándose mozárabe. Así nos quedan los restos de la vieja iglesia de San Martín de Elines que fue sustituida más tarde por la románica, y el broche de hueso espléndido de Santa María de Hito con tantos recuerdos de ataurique árabe. 

En el románico el valle se llena de iglesias, sobre todo en el XII-XIII, cuando los concejos de hombres libres o dependientes de señorío van teniendo fuerza, y se ven influidas por el estilo decorativo de los maestros de Aguilar de Campoo y San Andrés de Arroyo, siempre con un deje rural muy marcado. Tan solo la fábrica románica de San Martín de Elines, el monasterio preponderante, muestra en la primera mitad del XII una originalidad independiente. Otras iglesias más humildes: San Andrés de Valdelomar, Villanueva de la Nia (de los maestros de Cervatos), Riopanero, Rucandio, etc. En Ruerrero, importante ruina de una torre fuerte del siglo XIV, y casas solariegas de interés. Entre las iglesias de los siglos XVI-XVII, las de Susilla, Cubillo de
Ebro, Bárcena de Ebro, etc.